el veneno de los alacranes mata antes
de que uno comience a expulsar espuma
por la boca. Aquí la sangre se calienta rápido cuando
los rumores incomodan al pueblo. Un campesino
con una cicatriz que cruza su mejilla me lo recuerda
mientras me mienta la madre y dice que me vaya de
aquí. Que eso de andar preguntando por un tal Nicolás
Aguilar puede costarme. No me dice qué, pero
sé que el empujón en mi pecho es suficiente.
Pecados bajo la cama
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