5/1/07

Pecados bajo la cama


Huehuetlán, Puebla

En esta tierras el veneno de los alacranes mata antes de que uno comience a expulsar espuma por la boca. Aquí la sangre se calienta rápido cuando los rumores incomodan al pueblo. Un campesino con una cicatriz que cruza su mejilla me lo recuerda mientras me mienta la madre y dice que me vaya de aquí. Que eso de andar preguntando por un tal Nicolás Aguilar puede costarme. No me dice qué, pero sé que el empujón en mi pecho es suficiente.
Quiero pensar que este calor de la Mixteca será pasajero, que con el correr de la noche la humedad de los campos de caña que rodean a Huehuetlán el Chico atenuará esta temperatura, que ha obligado al reportero a buscar sombra en casa de doña Concepción Zamora. Mujer anciana. Maestra de vocación. Apasionada cuando habla de su pueblo. Desconfiada de los forasteros que preguntan por Nicolás: ¿Y por qué quiere saber de él?
Nicolás es un nombre "protegido". Y tiene su fiesta: cada 10 de septiembre, el pueblo organiza una comilona en honor de San Nicolás. "¡Es el patrono!", exclama la maestra en su sala de paredes blancas y viejas donde ha colocado fotos, reconocimientos y recuerdos de su paso por la única escuela del pueblo: “La Particular”, donde estudió Nicolás Aguilar y que en realidad se llama Unidad Educativa Miguel Hidalgo.
La maestra Concepción ayuda a imaginar al niño que entonces era quien hoy está acusado de haber abusado sexualmente de decenas de niños tanto en México como en Estados Unidos: “Le encantaba hacer altares en su casa. Me acuerdo que a todos los presumía pero… ¡ahora se me hace una exageración todo lo que dicen de él! Era como cualquier niño hasta que se marchó al seminario, allá a Tehuacan”.

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